11 de agosto de 2010

El problema es la CORRUPCIÓN

Tras una década bastante a-ideológica como fueron los noventa (tanto ya se habló de eso), entre fines del siglo XX y principios del XXI, se reabrió el debate entre tendencias de pensamientos políticos en Latinoamérica, principalmente tras el advenimiento de gobiernos de izquierda en diversos países de la región.

Más allá de la supervivencia del totalitarismo cubano hasta hoy día, la llegada de Hugo Chávez al poder venezolano en 1999 marcó el inicio de este período de gobiernos socialistas. Obviamos dentro del caso a los diversos gobiernos chilenos de Concertación, que si bien siempre tuvieron un perfil socialdemócrata, no marcó mucho tinte ideológico.

Luego, apareció Lula da Silva en Brasil, los Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y como último plato, Fernando Lugo en Paraguay. Dentro del círculo radical de esta corriente, solo incluimos a Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa.


No es mi pretensión inmiscuirme en un análisis profundo y permenorizado de las causas y características de esta tendencia política sudamericana bautizada bajo la frase “socialismo del siglo XXI”, pero sí hacer énfasis en un elemento concreto que hace al discurso de esta corriente.


Las palabras “neoliberalismo” y “capitalismo” como sinónimos de diablo no faltan en el discurso socialista latinoamericano. La razón de esto es que atribuyen sus adherentes a estas dos palabras todos los males de la región, entiéndase, pobreza estructural, miseria, desempleo, crisis económica, salud y educación deficiente, subdesarrollo, inequidad social, falta de distribución de la riqueza.

Como emblema del “capitalismo neoliberal”, como promotor de esta “explotación imperialista”, el socialismo del siglo XXI apunta sus dedos acusadores hacia Estados Unidos, denominado en la jerga “el imperio pitiyanqui”, por haber sido el país que, desde el gobierno de Ronald Reagan, impulsó las políticas de desregulación y no intervención del Estado en la economía, remontándose a los tiempos del liberalismo político y económico del siglo XXI, del laissez-faire. De ahí proviene la palabra “neo-liberalismo”, contra el cual lucha el nuevo socialismo, el del siglo XXI, tras haber fracasado el socialismo marxista leninista de la ex Unión Soviética.

Fundamentan los “neosocialistas” que, a causa de estas políticas económicas de desregulación, privatizaciones, libre mercado y abstención del Estado se permitieron las mayores desigualdades sociales y explotaciones, de las cuales deriva la situación actual y, que un socialismo ultra-estatista brindaría la solución.

Sin embargo, la realidad nos demuestra que la raíz de los problemas que padecemos NO tiene un transfondo ideológico. O al menos, yo no creo que sea así.

El capitalismo, con todas las virtudes y defectos que tenga, no es la raíz de todos los males, ni el socialismo, la solución a todos los problemas. Me animaría a decir que una determinada tendencia ideológica en lo político (democrática y moderada, por supuesto) no tiene la aptitud per se para producir desarrollo o subdesarrollo.

El problema último y verdadero está en las PERSONAS.

Países con economías de mercado como Estados Unidos y muchos otros europeos demuestran que la condición de vida de sus habitantes es muy superior a la de los países de Latinoamérica.

Con todas las deficiencias y conflictos pendientes que puedan tener, cuentan con un alto nivel de escolaridad, atención médica, empleo, recursos humanos calificados, alta calidad de vida, servicios públicos básicos, infraestructura vial excelente, etc.

No digo que la situación de estos países sea un paraíso. Lejos de eso. Pero tal vez sea un paraíso comparado con nuestra condición. Y lo puedo atestiguar tras haber vivido varios meses en Estados Unidos.

En una proporción mucho mayor a nosotros, allá se cumplen y se respetan las leyes, desde las mínimas.
Tal como decíamos, el problema está en las personas.
Y el cáncer de nuestra región es la CORRUPCIÓN de nuestros habitantes, que abarca desde los niveles de poder más alto como el político y el económico, hasta el ciudadano común y corriente y el estudiante escolar.

No se respetan las leyes.
No se tiene conciencia de apego a las normas, de contribuir al desarrollo con el aporte individual.

Se contamina el ambiente. No se pagan salarios justos. No se brinda presupuesto suficiente a la salud pública. Se hacen “negociados” en licitaciones. Se roba del Estado. Se considera a la política como “fuente de enriquecimiento” express.
Los estudiantes hacen fraude en sus exámenes. No se invierte en educación. Se violan las normas de tránsito. Se evaden impuestos. Se tira basura a la calle.

Ninguna de estos problemas estructurales, que son REALMENTE graves, no tienen que ver con la izquierda o la derecha, con un partido u otro, sino con acciones y actitudes INDIVIDUALES que hacen la diferencia entre una sociedad y otra.

Atribuir estos males al “capitalismo neoliberal” solo facilita una distracción del enfoque los problemas reales y que siendo postergados sine die en el debate de la asamblea social, que somos.

Mientras esto siga pendiente, puede cambiar el color del partido del gobernante de turno, pueden haber mil quinientas elecciones, puede decirse que el capitalismo o el socialismo son los culpables, pero nuestro aplazo en la asignatura “DESARROLLO” seguirá pendiente.

Y ya hace demasiado tiempo que esa reprobación está stand by y nuestra región sigue agonizando.

Repito, EL PROBLEMA ES LA CORRUPCIÓN.

Más que reformas políticas y sociales, es menester una REFORMA individual.

Interna. Profunda. Real. Espiritual.
Eficaz.

No hay comentarios: