31 de enero de 2010

Fernando Lugo y la falta de respeto a sus funcionarios

Demás está decir que no llama mucho la atención la forma en que Fernando Lugo destituyó a los directores de Itaipú y Yacyreta, Carlos Mateo Balmelli y Carlos Cardozo, respectivamente, pues no es la primera vez que recurre a actitudes cobardes para tomar este tipo de determinaciones.
Dejando fuera de lado la simpatía o antipatía que puedan generar las figuras de Mateo y Cardozo, estamos refiriéndonos a una conducta reprochable (como muchas otras) que el Jefe de Estado de turno manifiesta en su gestión gubernamental.
Para introducirnos un poco más al contexto en el que se dieron estas situaciones, vayamos a los hechos concretos. El pasado jueves 28 de enero, en horas de la mañana, el secretario de Fernando Lugo, acompañado del nuevo director designado de Itaipú, Gustavo Codas Friedmann (de tendencia izquierdista), informó el cambio en esta binacional. Mientras tanto, Carlos Mateo se encontraba en el Brasil desempeñando las funciones oficiales que hasta ese momento ejercía, cuando minutos antes del anuncio, recibe la llamada del secretario presidencial para informarle su relevo, sin que se le brinde ninguna causal o motivo de la decisión del Gobierno.
Minutos después, Codas brindaría una conferencia de prensa para exponer los ejes de la gestión que llevaría adelante y en horas de la tarde, encontrándose Mateo aún en Brasil, ya se efectuaría el traspaso de mando.
Sobre la destitución del director de Yacyreta, Carlos Cardozo, no se sabe con certeza cómo ocurrieron los hechos. Algunas versiones cuentan que el mismo ni siquiera fue notificado de su destitución, sino simplemente se enteró por la prensa de la designación de su reemplazante, la ex senadora liberal Elba Recalde. Otros dicen que el mismo Presidente le comunicó este hecho por vía telefónica. No sabemos.

Pero no hace falta que el mismo hecho haya ocurrido dos veces para que si ocurrió aunque sea una vez, sea digno de reproche. Lugo se burló y faltó el respeto a la dignidad de Mateo Balmelli. Pudo haber tenido sus objeciones o los motivos para llevar adelante la destitución. Nadie lo discute. Es su potestad discresional nombrar s los funcionarios públicos y a los directores de los entes binacionales. Sin embargo, existe una norma no escrita en las leyes, que es la del respeto a la dignidad humana.

Ningún funcionario del Gobierno puede ser el trapo de piso del mandamás temporal, porque antes de ser funcionarios, son personas. Así como Lugo habrá consultado a Mateo antes de designarlo Director de Itaipú, lo mínimo que se merecía es que el mismo Fernando Lugo lo convocara personalmente a su despacho y le informara, personalmente, cara a cara, que sería destituido, ya sea por disconformidad con su gestión, por cuestiones políticas, por rotación, etc.
Por eso, resulta vergonzoso y humillante para Mateo, en este caso, que haya sido Miguel Rojas, el secretario privado del Presidente, quien a través de una descortés llamada telefónica, le informara de su relevo, más aún cuando el mismo no se encontraba en el país, llevando adelante actividades propias a su cargo.

Es importante recordar que no es la primera vez que esto ocurre bajo la administración de Lugo. Antes de avanzar, reitero que al hacer esta crítica de ningún modo puede entenderse que hago apología de los funcionarios destituidos, sino que me limito a criticar los "métodos" de Lugo para ejecutar este tipo de decisiones.

En el año 2009, fueron víctimas de esta "cortesía" de Lugo los entonces ministros Horacio Galeano Perrone (Educación y Cultura) y Martín Heisecke (Industria y Comercio), a quienes tocó beber este trago amargo de la copa del ex obispo. Asimismo, el ex consejero de Yacyreta, Roberto Paredes, recibió en su momento un mensaje de texto al celular, de parte de Lugo, pidiéndole su renuncia.

No sé si esta actitud provendrá de sus antecedentes clericales, de un pensamiento autoritario o irrespetuoso de la dignidad humana, o de algún tornillo flojo en el cerebro, pero Fernando Lugo se ha pasado de la raya y muestra desconocer los códigos de conducta de una persona educada, decente y de buenos modales. con el "motus operandi" en el que maneja a sus funcionarios.