Llamativamente, surge la iniciativa desde el Poder Ejecutivo de concretar pactos políticos con los principales sectores representados en el Congreso Nacional para la designación de importantes cargos vacantes cuya designación compete al Senado.
En ese sentido, estuve leyendo por los medios de prensa escrita que se negociaría a cambio del apoyo a Emiliano Rolón para la Corte Suprema y a Jorge Rolón Luna para el Tribunal Superior de Justicia Electoral, la cesión de importantes espacios políticos a sectores marginados del PLRA y a Vanguardia Colorada. Tal vez, Patria Querida y UNACE.
La iniciativa resulta interesante para enervar el ambiente que, en los últimos meses, estuvo muy caldeado, por responsabilidad del Presidente de la República, Fernando Lugo. Sus declaraciones acerca de "ricos y pobres", en un contexto en el que se podía interpretar como llamado a la lucha de clases, sin especificar que excluía de sus acusaciones a quienes obtuvieron sus riquezas a través del trabajo y del esfuerzo, así como sus discursos en ambientes internacionales, donde ignoraba la importancia del sistema de partidos políticos y resaltaba el apoyo de las organizaciones sociales. No se puede dejar de mencionar las declaraciones de dirigentes campesinos simpatizantes del Gobierno que alentaban la idea de la "disolución del Parlamento"
Todas estos hechos, originados desde los actores del Ejecutivo, generó con justa razón, una contrarreación de cautela por parte del Congreso, que comenzó a mirar con desconfianza cómo se iban desenvolviendo los sucesos políticos y asumió una actitud hostil en su relacionamiento con el Jefe de Estado.
Así, a más de los escándalos por paternidad de Lugo (quién sabe cuántos más habrá!), tomó fuerza la idea del juicio político, principalmente por iniciativa de un Senador electo por el partido mayoritario de la Alianza, Alfredo Jaeggli, de ideas sumamente liberales, opuestas a las concepciones socialistas de Lugo y su primer anillo.
En consecuencia, se frustraron todas los "pseudo-intentos" de diálogo que promovían Lugo, López Perito o los parlamentarios aliancistas, pues la desconfianza se había instalado con fuerza, hasta ahora.
Por eso, observar que exista la posibilidad de un acuerdo político de gobernabilidad - cual aquel Pacto de Gobernabilidad impulsado por Wasmosy en 1995 (si mal no recuerdo), emulando al español de la Moncloa - sería útil y necesario.
Pero para que lo sea, debe garantizar y respetar que la oposición ejerza un fuerte rol contralor de las gestiones de Gobierno y, así, renunciar a todo proyecto extremista y autoritario que pueda haber en la mente del oficialismo.
Si se negocia el otorgamiento de cargos políticos de relevancia a sectores de la oposición - entre los cuales incluyo a los libero - franquistas -, el Presidente Lugo estará sumamente limitado en caso de que pretenda instalar un socialismo chavista en el Paraguay. Y eso es muy positivo.
El no respetar las instituciones y pretender una reforma de la Constitución que, en en nuestro caso - la de 1992 - es muy buena, son señales de que hay intenciones ocultas.
Pero mientras las Cámaras del Congreso Nacional, como Poder Legislativo de la Nación, sigan solificando la postura firme y dura frente al Ejecutivo, se garantizará la gobernabilidad democrática, pues ningún plan desmedido podrá tener curso. No me refiero a una actitud filibusterista o de bloqueo, sino a un auténtico rol de contralor.
En términos generales, puedo decir que el Congreso está cumpliendo su rol en ese sentido.
Ojalá siga mejorando el curso de estas relaciones, pero en términos de autonomía, contraloría y negociación, para fortalecer el sistema democrático y proteger el ordenamiento constitucional en sus términos actuales.
Logrando esto, se podrá trabajar posteriormente en una agenda común de crecimiento y desarrollo socioeconómico en Paraguay.
Mientras la crispación esté instalada, no.
La crispación es una garantía de alerta para evitar la importación de modelos autoritarios. En un marco de renuncias mutuas y acuerdos lo más sincero posibles, se podría destrabar parcialmente la situación.
Mucha concordia difícilmente haya mientras Fernando Lugo, de ideología socialista no muy moderada, esté en el poder.
7 de diciembre de 2009
24 de octubre de 2009
Mis objeciones al Proyecto de Salud sobre Salud Sexual, Reproductiva y Materno Perinatal (presentado por el Sen. Carlos Filizzola)
Abordar legislativamente el tema de la Salud Sexual, Reproductiva y Materno Perinatal es correcto, y necesario, pero el Proyecto Filizzola presenta muchas desprolijidades, ambigüedades y disposiciones OBJETABLES, que hacen que el mismo merezca el rechazo.
Sería interesante poder construir un nuevo Proyecto que abarque la misma temática pero con un criterio más moral, protegiendo la vida de la persona por nacer, respetando la objeción de conciencia en la aplicación de métodos anticonceptivos, y la no utilización de métodos anticonceptivos que resulten más bien abortivos (como ser, la píldora del día después).
Principales objeciones de mi parte:
- AMBIGÜEDAD INTENCIONAL DE PALABRAS. OMISIÓN INTENCIONAL DE LOS DERECHOS DE LA PERSONA POR NACER. EL "ABORTO" IMPLÍCITAMENTE INCLUIDO.
El concepto de salud reproductiva, de acuerdo a la Plataforma de Acción de El Cairo (Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, 1994) incluye la "interrupción del embarazo" (aborto) en el Párrafo 7.6, aunque aclara que no debe entenderse el aborto como método de planificación familiar, pero recomienda que sea legalizado en los países en los cuales todavía no lo es.
Asimismo, la Plataforma de Acción de Pekín (Cuarta Conferencia Internacional sobre la Mujer – Naciones Unidas, 1995) también recomienda la legalización del aborto en los países en los cuales todavía no lo es.
Ambos documentos son invocados por el Senador Carlos Filizzola en su fundamentación del proyecto.
Asimismo, si bien el proyecto de ley define lo que es Salud Reproductiva, no especifica con precisión cuáles son los servicios sanitarios que este concepto implica, ni deja aclaración de que el mismo no incluye el aborto, ni de que la vida humana debe ser protegida desde el momento de la concepción. Por esta razón, puede entenderse que se deja una laguna legal sobre el tema, puesto que siendo el aborto un asunto relacionado a la Salud Reproductiva, en el contexto de los documentos internacionales invocados, el Proyecto omite por completo la protección de la vida humana desde la concepción, de la persona por nacer (Art. 4 de la Constitución Nacional y la Convención Americana de Derechos Humanos).
En ese sentido, puede entenderse que el proyectista incurre en esta grave omisión con intencionalidad, pues es sabida su postura por medios de comunicación, a favor de la despenalización o legalización del aborto.
Más aún puede inducirse la intencionalidad de la omisión en el Proyecto de la protección de la vida humana de la persona por nacer, puesto que este mismo Proyecto, con irrelevantes modificaciones, fue presentado en el año 2005 y rechazado por el plenario del Senado en el 2007, con 27 votos en contra, por estos motivos.
Por ende, puede entenderse que si el Senador Carlos Filizzola, interesado en la aprobación de su proyecto, hubiese querido dejar a salvo estas ambigüedades (a mi criterio, intencionales), las hubiese corregido, dejando las aclaraciones correspondientes de que no se refería al aborto y de que la vida humana debe ser protegida desde la concepción, como la misma Constitución Nacional lo establece.
Más se refuerza esta hipótesis, al observarse que el Art. 12 del Proyecto enuncia los derechos de la mujer durante el parto y el embarazo, y el Art. 13, los derechos de la persona recién nacida, no enunciando en ningún momento los derechos de la persona en gestación.
¿Cómo se explica esto en un proyecto que pretende proteger la salud sexual y reproductiva? ¿Acaso no es el ámbito apropiado para incluir estos derechos? Claro que lo es, pero Carlos Filizzola los omite. Los omitió en su primer proyecto – rechazado -, y lo vuelve a omitir en su segunda presentación.
Asimismo, de forma sumamente ambigua, se refiere en el Art. 12 inc. c), a que la mujer puede tomar "decisiones" sobre el estado de su hijo, durante el embarazo.
No puede referirse de forma vaga a imprecisa a un tema tan delicado como el embarazo y la protección de la vida. ¿A qué “decisiones” se refiere? ¿Acaso no puede entenderse que entre esas decisiones se podría incluir: “la interrupción del embarazo”, que es el eufemismo actual para referirse al aborto?
El Proyecto, también, en su Art. 18, establece la exención de obligación de denuncia de hechos punibles aborto que fueren confiados bajo secreto profesional (en el Proyecto de Ley), y de esa manera, se abre la vía para que el mismo pueda ser realizado libremente, bajo el amparo del secreto profesional.
No es que no sea una realidad esta situación: la realización masiva de abortos, pero la tolerancia legal del aborto, implicaría una masificación del mismo, como ocurrió en USA desde el fallo Roe vs. Wade (1973) de la Suprema Corte Federal, donde bajo la excusa del aborto por violación, se lo permitió legalmente y a la fecha, ya hubo más de 30 millones de abortos, y la tasa de abortos aumentó 8 veces, según las estadísticas.
- LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS. ¿MÉTODO ANTICONCEPTIVO O ABORTIVO?
El Proyecto de Ley estatuye la repartición gratuita de anticonceptivos a través del sistema de salud pública. Más allá del debate bioético que se pueda llevar a cabo al respecto, el Proyecto no discrimina los métodos anticonceptivos de aquellos que, bajo el disfraz de aquel título, realmente son abortivos, como ser la “píldora del día después”.
De acuerdo a un importante sector de la literatura médica, el efecto de las llamadas “píldoras del día después” no es impedir la fecundación del óvulo por el espermatozoide, sino que la anidación del óvulo ya fecundado en el útero.
En consecuencia, al existir óvulo fecundado ya hay vida humana (con 46 cromosomas y todo el material genético). La anidación sólo implica que el mismo se implanta en el útero para el desarrollo, momento a partir del cual se considera que hay embarazo. Sin embargo, ya desde la fecundación hay concepción y vida humana que debe ser protegida, según el Art. 4 de la Constitución.
En la República Argentina, por ejemplo, la utilización de este tipo de píldoras fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema (Caso Portal de Belén, 2002), a pesar de que desde el Ministerio de Salud de ese país se lo sigue utilizando, al igual que aquí, en Paraguay.
El Proyecto se refiere de forma genérica a los anticonceptivos, sin hacer el juicio de valor si realmente son abortivos o no, a pesar de su utilización masiva.
Apoyo que desde el Estado se deba llevar adelante una política de salud pública que incluya la planificación familiar, para evitar embarazos no deseados o el control de la natalidad principalmente en familias y sectores de escasos recursos, que no tienen la educación sexual necesaria como para controlar los embarazos y la cantidad de hijos.
De hecho, los derechos sexuales y reproductivos en ese sentido tienen rango constitucional (Art. 61 de la Constitución de 1992).
Empero, así también, al hablar de un programa de Salud Sexual y Reproductiva, se debe también analizar criterioso sobre la licitud de los medios de planificación familiar, que nunca deben ser abortivos.
Ninguna de estas aclaraciones hace el Proyecto Filizzola.
Sería interesante poder construir un nuevo Proyecto que abarque la misma temática pero con un criterio más moral, protegiendo la vida de la persona por nacer, respetando la objeción de conciencia en la aplicación de métodos anticonceptivos, y la no utilización de métodos anticonceptivos que resulten más bien abortivos (como ser, la píldora del día después).
Principales objeciones de mi parte:
- AMBIGÜEDAD INTENCIONAL DE PALABRAS. OMISIÓN INTENCIONAL DE LOS DERECHOS DE LA PERSONA POR NACER. EL "ABORTO" IMPLÍCITAMENTE INCLUIDO.
El concepto de salud reproductiva, de acuerdo a la Plataforma de Acción de El Cairo (Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, 1994) incluye la "interrupción del embarazo" (aborto) en el Párrafo 7.6, aunque aclara que no debe entenderse el aborto como método de planificación familiar, pero recomienda que sea legalizado en los países en los cuales todavía no lo es.
Asimismo, la Plataforma de Acción de Pekín (Cuarta Conferencia Internacional sobre la Mujer – Naciones Unidas, 1995) también recomienda la legalización del aborto en los países en los cuales todavía no lo es.
Ambos documentos son invocados por el Senador Carlos Filizzola en su fundamentación del proyecto.
Asimismo, si bien el proyecto de ley define lo que es Salud Reproductiva, no especifica con precisión cuáles son los servicios sanitarios que este concepto implica, ni deja aclaración de que el mismo no incluye el aborto, ni de que la vida humana debe ser protegida desde el momento de la concepción. Por esta razón, puede entenderse que se deja una laguna legal sobre el tema, puesto que siendo el aborto un asunto relacionado a la Salud Reproductiva, en el contexto de los documentos internacionales invocados, el Proyecto omite por completo la protección de la vida humana desde la concepción, de la persona por nacer (Art. 4 de la Constitución Nacional y la Convención Americana de Derechos Humanos).
En ese sentido, puede entenderse que el proyectista incurre en esta grave omisión con intencionalidad, pues es sabida su postura por medios de comunicación, a favor de la despenalización o legalización del aborto.
Más aún puede inducirse la intencionalidad de la omisión en el Proyecto de la protección de la vida humana de la persona por nacer, puesto que este mismo Proyecto, con irrelevantes modificaciones, fue presentado en el año 2005 y rechazado por el plenario del Senado en el 2007, con 27 votos en contra, por estos motivos.
Por ende, puede entenderse que si el Senador Carlos Filizzola, interesado en la aprobación de su proyecto, hubiese querido dejar a salvo estas ambigüedades (a mi criterio, intencionales), las hubiese corregido, dejando las aclaraciones correspondientes de que no se refería al aborto y de que la vida humana debe ser protegida desde la concepción, como la misma Constitución Nacional lo establece.
Más se refuerza esta hipótesis, al observarse que el Art. 12 del Proyecto enuncia los derechos de la mujer durante el parto y el embarazo, y el Art. 13, los derechos de la persona recién nacida, no enunciando en ningún momento los derechos de la persona en gestación.
¿Cómo se explica esto en un proyecto que pretende proteger la salud sexual y reproductiva? ¿Acaso no es el ámbito apropiado para incluir estos derechos? Claro que lo es, pero Carlos Filizzola los omite. Los omitió en su primer proyecto – rechazado -, y lo vuelve a omitir en su segunda presentación.
Asimismo, de forma sumamente ambigua, se refiere en el Art. 12 inc. c), a que la mujer puede tomar "decisiones" sobre el estado de su hijo, durante el embarazo.
No puede referirse de forma vaga a imprecisa a un tema tan delicado como el embarazo y la protección de la vida. ¿A qué “decisiones” se refiere? ¿Acaso no puede entenderse que entre esas decisiones se podría incluir: “la interrupción del embarazo”, que es el eufemismo actual para referirse al aborto?
El Proyecto, también, en su Art. 18, establece la exención de obligación de denuncia de hechos punibles aborto que fueren confiados bajo secreto profesional (en el Proyecto de Ley), y de esa manera, se abre la vía para que el mismo pueda ser realizado libremente, bajo el amparo del secreto profesional.
No es que no sea una realidad esta situación: la realización masiva de abortos, pero la tolerancia legal del aborto, implicaría una masificación del mismo, como ocurrió en USA desde el fallo Roe vs. Wade (1973) de la Suprema Corte Federal, donde bajo la excusa del aborto por violación, se lo permitió legalmente y a la fecha, ya hubo más de 30 millones de abortos, y la tasa de abortos aumentó 8 veces, según las estadísticas.
- LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS. ¿MÉTODO ANTICONCEPTIVO O ABORTIVO?
El Proyecto de Ley estatuye la repartición gratuita de anticonceptivos a través del sistema de salud pública. Más allá del debate bioético que se pueda llevar a cabo al respecto, el Proyecto no discrimina los métodos anticonceptivos de aquellos que, bajo el disfraz de aquel título, realmente son abortivos, como ser la “píldora del día después”.
De acuerdo a un importante sector de la literatura médica, el efecto de las llamadas “píldoras del día después” no es impedir la fecundación del óvulo por el espermatozoide, sino que la anidación del óvulo ya fecundado en el útero.
En consecuencia, al existir óvulo fecundado ya hay vida humana (con 46 cromosomas y todo el material genético). La anidación sólo implica que el mismo se implanta en el útero para el desarrollo, momento a partir del cual se considera que hay embarazo. Sin embargo, ya desde la fecundación hay concepción y vida humana que debe ser protegida, según el Art. 4 de la Constitución.
En la República Argentina, por ejemplo, la utilización de este tipo de píldoras fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema (Caso Portal de Belén, 2002), a pesar de que desde el Ministerio de Salud de ese país se lo sigue utilizando, al igual que aquí, en Paraguay.
El Proyecto se refiere de forma genérica a los anticonceptivos, sin hacer el juicio de valor si realmente son abortivos o no, a pesar de su utilización masiva.
Apoyo que desde el Estado se deba llevar adelante una política de salud pública que incluya la planificación familiar, para evitar embarazos no deseados o el control de la natalidad principalmente en familias y sectores de escasos recursos, que no tienen la educación sexual necesaria como para controlar los embarazos y la cantidad de hijos.
De hecho, los derechos sexuales y reproductivos en ese sentido tienen rango constitucional (Art. 61 de la Constitución de 1992).
Empero, así también, al hablar de un programa de Salud Sexual y Reproductiva, se debe también analizar criterioso sobre la licitud de los medios de planificación familiar, que nunca deben ser abortivos.
Ninguna de estas aclaraciones hace el Proyecto Filizzola.
21 de enero de 2009
Discurso inaugural de Barack Obama
Transcribo el texto completo del discurso de Barack Obama al jurar como el 44.º Presidente de USA, por la trascendencia internacional y relevancia histórica que tiene
Texto completo del discurso inagural de
Barack Obama, 44º Presidente de los Estados Unidos de América
(Washington, DC. 20 de enero de 2009)
Compatriotas:
Me encuentro hoy aquí con humildad ante la tarea que enfrentamos, agradecido por la confianza que me ha sido otorgada, consciente de los sacrificios de nuestros antepasados. Agradezco al presidente Bush su servicio a nuestra nación, así como la generosidad y cooperación que ha demostrado a lo largo de esta transición.
Ya son cuarenta y cuatro los norteamericanos que han hecho el juramento presidencial. Estas palabras han sido pronunciadas durante mareas de prosperidad y aguas tranquilas de la paz. Y, sin embargo, a veces el juramento se hace en medio de nubarrones y furiosas tormentas. En estos momentos, Estados Unidos se ha mantenido no sólo por la pericia o visión de los altos cargos, sino porque nosotros, el pueblo, hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros antecesores y a nuestros documentos fundacionales.
Así ha sido. Y así debe ser con esta generación de norteamericanos.
Que estamos en medio de una crisis es algo muy asumido. Nuestra nación está en guerra frente a una red de gran alcance de violencia y odio. Nuestra economía está gravemente debilitada, como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por el fracaso colectivo a la hora de elegir opciones difíciles y de preparar a la nación para una nueva era.
Se han perdido casas y empleos y se han cerrado empresas. Nuestro sistema de salud es caro; nuestras escuelas han fallado a demasiados; y cada día aporta nuevas pruebas de que la manera en que utilizamos la energía refuerzan a nuestros adversarios y amenazan a nuestro planeta.
Estos son los indicadores de una crisis, según los datos y las estadísticas. Menos tangible pero no menos profunda es la pérdida de confianza en nuestro país - un temor persistente de que el declive de Estados Unidos es inevitable y de que la próxima generación debe reducir sus expectativas.
Hoy os digo que los desafíos a los que nos enfrentamos son reales. Son graves y son muchos. No los enfrentaremos fácilmente o en un corto periodo de tiempo. Pero Estados Unidos debe saber que les haremos frente.
Hoy nos reunimos porque hemos elegido la esperanza sobre el temor, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia. Hoy hemos venido a proclamar el fin de las quejas mezquinas y las falsas promesas, de las recriminaciones y los dogmas caducos que durante demasiado tiempo han estrangulado a nuestra política.
Seguimos siendo una nación joven, pero, según las palabras de las Escrituras, ha llegado el momento de dejar de lado los infantilismos. Ha llegado el momento de reafirmar nuestro espíritu de firmeza: de elegir nuestra mejor historia; de llevar hacia adelante ese valioso don, esa noble idea que ha pasado de generación en generación: la promesa divina de que todos son iguales, todos son libres y todos merecen la oportunidad de alcanzar la felicidad plena.
Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, somos conscientes de que la grandeza nunca es un regalo. Debe ganarse. Nuestro camino nunca ha sido de atajos o de conformarse con menos. No ha sido un camino para los pusilánimes, para los que prefieren el ocio al trabajo o buscan sólo los placeres de la riqueza y la fama. Más bien, han sido los que han asumido riesgos, los que actúan, los que hacen cosas -algunos de ellos reconocidos, pero más a menudo hombres y mujeres desconocidos en su labor, los que nos han llevado hacia adelante por el largo, escarpado camino hacia la prosperidad y la libertad.
Por nosotros se llevaron sus pocas posesiones materiales y viajaron a través de los océanos en busca de una nueva vida.
Por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas y se establecieron en el oeste; soportaron el látigo y araron la dura tierra.
Por nosotros lucharon y murieron en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn.
Una y otra vez estos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron y trabajaron hasta tener llagas en las manos para que pudiéramos tener una vida mejor. Veían a Estados Unidos más grande que la suma de nuestras ambiciones individuales, más grande que todas las diferencias de origen, riqueza o facción.
Este es el viaje que continuamos hoy. Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando empezó esta crisis. Nuestras mentes no son menos inventivas, nuestros bienes y servicios no son menos necesarios que la semana pasada, el mes pasado o el año pasado. Nuestra capacidad no ha disminuido. Pero el tiempo del inmovilismo, de la protección de intereses limitados y de aplazar las decisiones desagradables, ese tiempo seguramente ha pasado. A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y volver a empezar la tarea de rehacer Estados Unidos.
Porque allí donde miremos, hay trabajo que hacer. El estado de la economía requiere una acción audaz y rápida y actuaremos no sólo para crear nuevos empleos sino para levantar nuevos cimientos para el crecimiento. Construiremos carreteras y puentes, las redes eléctricas y las líneas digitales que alimentan nuestro comercio y nos mantienen unidos. Pondremos a la ciencia en el lugar donde se merece y aprovecharemos las maravillas de la tecnología para aumentar la calidad de la sanidad y reducir su coste. Utilizaremos el sol, el viento y la tierra para alimentar a nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas. Y transformaremos nuestras escuelas y universidades para hacer frente a las necesidades de una nueva era.
Todo esto podemos hacerlo. Y todo esto lo haremos.
Algunos cuestionan la amplitud de nuestras ambiciones y sugieren que nuestro sistema no puede tolerar demasiados grandes planes. Sus memorias son cortas. Porque han olvidado lo que este país ya ha hecho; lo que hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une al interés común y la necesidad a la valentía.
Lo que no entienden los cínicos es que el terreno que pisan ha cambiado y que los argumentos políticos estériles que nos han consumido durante demasiado tiempo ya no sirven.
La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es demasiado grande o pequeño, sino si funciona -ya sea para ayudar a las familias a encontrar trabajos con un sueldo decente, cuidados que pueden pagar y una jubilación digna. Allí donde la respuesta es sí, seguiremos avanzando y allí donde la respuesta es no, pondremos fin a los programas. Y a los que manejamos el dinero público se nos pedirán cuentas para gastar con sabiduría, cambiar los malos hábitos y hacer nuestro trabajo a la luz del día, porque sólo entonces podremos restablecer la confianza vital entre un pueblo y su gobierno.
La cuestión para nosotros tampoco es si el mercado es una fuerza del bien o del mal. Su poder para generar riqueza y expandir la libertad no tiene rival, pero esta crisis nos ha recordado a todos que sin vigilancia, el mercado puede descontrolarse y que una nación no puede prosperar durante mucho tiempo si favorece sólo a los ricos. El éxito de nuestra economía siempre ha dependido no sólo del tamaño de nuestro Producto Nacional Bruto, sino del alcance de nuestra prosperidad, de nuestra habilidad de ofrecer oportunidades a todos los que lo deseen, no por caridad sino porque es la vía más segura hacia el bien común.
En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falsa la elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros padres fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, redactaron una carta para garantizar el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha expandido con la sangre de generaciones. Esos ideales aún alumbran el mundo y no renunciaremos a ellos por conveniencia. Y a los otros pueblos y gobiernos que nos observan hoy, desde las grandes capitales al pequeño pueblo donde nació mi padre: sabed que América es la amiga de cada nación y cada hombre, mujer y niño que persigue un futuro de paz y dignidad y de que estamos listos a asumir el liderazgo una vez más.
Recordad que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y al comunismo no sólo con misiles y tanques, sino con sólidas alianzas y firmes convicciones. Comprendieron que nuestro poder solo no puede protegernos ni nos da derecho a hacer lo que nos place. Sabían por contra que nuestro poder crece a través de su uso prudente, de que la seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y las cualidades de la templanza, la humildad y la contención.
Somos los guardianes de este patrimonio. Guiados de nuevo por estos principios, podemos hacer frente a esas nuevas amenazas que exigen aún mayor esfuerzo - incluso mayor cooperación y entendimiento entre las naciones. Comenzaremos a dejar Irak, de manera responsable, a su pueblo, y forjar una paz ganada con dificultad en Afganistán.
Con viejos amigos y antiguos contrincantes, trabajaremos sin descanso para reducir la amenaza nuclear y hacer retroceder el fantasma de un planeta que se calienta. No vamos a pedir perdón por nuestro estilo de vida, ni vamos a vacilar en su defensa, y para aquellos que pretenden lograr su fines mediante el fomento del terror y de las matanzas de inocentes, les decimos desde ahora que nuestro espíritu es más fuerte y no se lo puede romper; no podéis perdurar más que nosotros, y os venceremos.
Porque sabemos que nuestra herencia multiétnica es una fortaleza, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos y e hindúes - y de no creyentes. Estamos formados por todas las lenguas y culturas, procedentes de cada rincón de esta Tierra; debido a que hemos probado el mal trago de la guerra civil y la segregación, y resurgido más fuertes y más unidos de ese negro capítulo, no podemos evitar creer que los viejos odios se desvanecerán algún día, que las lineas divisorias entre tribus pronto se disolverán; que mientras el mundo se empequeñece, nuestra humanidad común se revelará; y América tiene que desempeñar su papel en el alumbramiento de una nueva era de paz.
Al mundo musulmán, buscamos un nuevo camino adelante, basado en el interés mutuo y el respeto mutuo. A aquellos líderes en distintas partes del mundo que pretenden sembrar el conflicto, o culpar a Occidente de los males de sus sociedades - sepáis que vuestros pueblos os juzgarán por lo que que podesis construir, no por lo que destruyais.
A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y la represión de la disidencia, teneis que saber que estáis en el lado equivocado de la Historia; pero os tenderemos la mano si estáis dispuestos a abrir el puño.
A los pueblos de las naciones más pobres, nos comprometemos a colaborar con vosotros para que vuestras granjas florezcan y dejar que fluyan aguas limpias; dar de comer a los cuerpos desnutridos y alimentar las mentes hambrientas. Y a aquellas naciones que, como la nuestra, gozan de relativa abundancia, les decimos que no nos podemos permitir más la indiferencia ante el sufrimiento fuera de nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos del mundo sin tomar en cuenta las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado, y nosotros tenemos que cambiar con él.
Al contemplar la ruta que se despliega ante nosotros, recordamos con humilde agradecimiento aquellos estadounidenses valientes quienes, en este mismo momento, patrullan desiertos lejanos y montañas distantes. Tienen algo que decirnos, al igual que los héroes caídos que yacen en (el cementerio nacional de) Arlington susurran desde los tiempos lejanos. Les rendimos homenaje no sólo porque son los guardianes de nuestra libertad, sino también porque encarnan el espíritu de servicio; la voluntad de encontrar sentido en algo más grande que ellos mismos. Sin embargo, en este momento -un momento que definirá una generación- es precisamente este espíritu el que tiene que instalarse en todos nosotros.
Por mucho que el gobierno pueda y deba hacer, en última instancia esta nación depende de la fe y la decisión del pueblo estadounidense. Es la bondad de acoger a un extraño cuando se rompen los diques, la abnegación de los trabajadores que prefieren recortar sus horarios antes que ver a un amigo perder su puesto de trabajo, lo que nos hace superar nuestros momentos más oscuros. Es la valentía del bombero al subir una escalera llena de humo, pero también la voluntad del progenitor de cuidar a un niño, lo que al final decide nuestra suerte.
Nuestros desafíos podrían ser nuevos. Las herramientas con que los hacemos frente podrían ser nuevas. Pero esos valores sobre los que depende nuestro éxito - el trabajo duro y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo - esas cosas son viejas. Esas cosas son verdaderas. Han sido la fuerza silenciosa detrás de nuestro progreso durante toda nuestra historia. Lo que se exige, por tanto, es el regreso a esas verdades. Lo que se nos pide ahora es una nueva era de responsabilidad - un reconocimiento, por parte de cada estadounidense, de que tenemos deberes para con nosotros, nuestra nación, y el mundo, deberes que no admitimos a regañadientes, sino que acogemos con alegría, firmes en el conocimiento de que no hay nada tan gratificante para el espíritu, tan representativo de nuestro carácter que entregarlo todo en una tarea difícil.
Este es el precio y la promesa de la ciudadanía.
Esta es la fuente de nuestra confianza - el saber que Dios nos llama a dar forma a un destino incierto.
Este es el significado de nuestra libertad y de nuestro credo - por lo que hombres y mujeres y niños de todas las razas y de todas las fes pueden unirse en una celebración a lo largo y ancho de esta magnífica explanada, por lo que un hombre cuyo padre, hace menos de 60 años, no habría sido servido en un restaurante ahora está ante vosotros para prestar el juramento más sagrado.
Así que, señalemos este día haciendo memoria de quiénes somos y de lo largo que ha sido el camino recorrido. En el año del nacimiento de América, en uno de los más fríos meses, una reducida banda de patriotas se juntaba ante las menguantes fogatas en las orillas de un río helado. La capital se había abandonado. El enemigo avanzaba. La nieve estaba manchada de sangre. En un momento en que el desenlace de nuestra revolución estaba más en duda, el padre de nuestra nación mandó que se leyeran al pueblo estas palabras:
"Que se cuente al mundo del futuro que en las profundidades del invierno, cuando nada salvo la esperanza y la virtud podían sobrevivir ... la urbe y el país, alarmados ante un peligro común, salieron a su paso."
América. Ante nuestros peligros comunes, en este invierno de nuestras privaciones, recordemos esas palabras eternas. Con esperanza y virtud, sorteemos nuevamente las corrientes heladas, y aguantemos las tormentas que nos caigan encima. Que los hijos de nuestros hijos digan que cuando fuimos puestos a prueba nos negamos que permitir que este viaje terminase, no dimos la vuelta para retroceder, y con la vista puesta en el horizonte y la gracia de Dios encima de nosotros, llevamos aquel gran regalo de la libertad y lo entregamos a salvo a las generaciones venideras.
Gracias, que Dios os bendiga, que Diós bendiga a América.
(Traducción de la agencia de noticias EFE)
Texto completo del discurso inagural de
Barack Obama, 44º Presidente de los Estados Unidos de América
(Washington, DC. 20 de enero de 2009)
Compatriotas:
Me encuentro hoy aquí con humildad ante la tarea que enfrentamos, agradecido por la confianza que me ha sido otorgada, consciente de los sacrificios de nuestros antepasados. Agradezco al presidente Bush su servicio a nuestra nación, así como la generosidad y cooperación que ha demostrado a lo largo de esta transición.
Ya son cuarenta y cuatro los norteamericanos que han hecho el juramento presidencial. Estas palabras han sido pronunciadas durante mareas de prosperidad y aguas tranquilas de la paz. Y, sin embargo, a veces el juramento se hace en medio de nubarrones y furiosas tormentas. En estos momentos, Estados Unidos se ha mantenido no sólo por la pericia o visión de los altos cargos, sino porque nosotros, el pueblo, hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros antecesores y a nuestros documentos fundacionales.
Así ha sido. Y así debe ser con esta generación de norteamericanos.
Que estamos en medio de una crisis es algo muy asumido. Nuestra nación está en guerra frente a una red de gran alcance de violencia y odio. Nuestra economía está gravemente debilitada, como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por el fracaso colectivo a la hora de elegir opciones difíciles y de preparar a la nación para una nueva era.
Se han perdido casas y empleos y se han cerrado empresas. Nuestro sistema de salud es caro; nuestras escuelas han fallado a demasiados; y cada día aporta nuevas pruebas de que la manera en que utilizamos la energía refuerzan a nuestros adversarios y amenazan a nuestro planeta.
Estos son los indicadores de una crisis, según los datos y las estadísticas. Menos tangible pero no menos profunda es la pérdida de confianza en nuestro país - un temor persistente de que el declive de Estados Unidos es inevitable y de que la próxima generación debe reducir sus expectativas.
Hoy os digo que los desafíos a los que nos enfrentamos son reales. Son graves y son muchos. No los enfrentaremos fácilmente o en un corto periodo de tiempo. Pero Estados Unidos debe saber que les haremos frente.
Hoy nos reunimos porque hemos elegido la esperanza sobre el temor, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia. Hoy hemos venido a proclamar el fin de las quejas mezquinas y las falsas promesas, de las recriminaciones y los dogmas caducos que durante demasiado tiempo han estrangulado a nuestra política.
Seguimos siendo una nación joven, pero, según las palabras de las Escrituras, ha llegado el momento de dejar de lado los infantilismos. Ha llegado el momento de reafirmar nuestro espíritu de firmeza: de elegir nuestra mejor historia; de llevar hacia adelante ese valioso don, esa noble idea que ha pasado de generación en generación: la promesa divina de que todos son iguales, todos son libres y todos merecen la oportunidad de alcanzar la felicidad plena.
Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, somos conscientes de que la grandeza nunca es un regalo. Debe ganarse. Nuestro camino nunca ha sido de atajos o de conformarse con menos. No ha sido un camino para los pusilánimes, para los que prefieren el ocio al trabajo o buscan sólo los placeres de la riqueza y la fama. Más bien, han sido los que han asumido riesgos, los que actúan, los que hacen cosas -algunos de ellos reconocidos, pero más a menudo hombres y mujeres desconocidos en su labor, los que nos han llevado hacia adelante por el largo, escarpado camino hacia la prosperidad y la libertad.
Por nosotros se llevaron sus pocas posesiones materiales y viajaron a través de los océanos en busca de una nueva vida.
Por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas y se establecieron en el oeste; soportaron el látigo y araron la dura tierra.
Por nosotros lucharon y murieron en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn.
Una y otra vez estos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron y trabajaron hasta tener llagas en las manos para que pudiéramos tener una vida mejor. Veían a Estados Unidos más grande que la suma de nuestras ambiciones individuales, más grande que todas las diferencias de origen, riqueza o facción.
Este es el viaje que continuamos hoy. Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando empezó esta crisis. Nuestras mentes no son menos inventivas, nuestros bienes y servicios no son menos necesarios que la semana pasada, el mes pasado o el año pasado. Nuestra capacidad no ha disminuido. Pero el tiempo del inmovilismo, de la protección de intereses limitados y de aplazar las decisiones desagradables, ese tiempo seguramente ha pasado. A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y volver a empezar la tarea de rehacer Estados Unidos.
Porque allí donde miremos, hay trabajo que hacer. El estado de la economía requiere una acción audaz y rápida y actuaremos no sólo para crear nuevos empleos sino para levantar nuevos cimientos para el crecimiento. Construiremos carreteras y puentes, las redes eléctricas y las líneas digitales que alimentan nuestro comercio y nos mantienen unidos. Pondremos a la ciencia en el lugar donde se merece y aprovecharemos las maravillas de la tecnología para aumentar la calidad de la sanidad y reducir su coste. Utilizaremos el sol, el viento y la tierra para alimentar a nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas. Y transformaremos nuestras escuelas y universidades para hacer frente a las necesidades de una nueva era.
Todo esto podemos hacerlo. Y todo esto lo haremos.
Algunos cuestionan la amplitud de nuestras ambiciones y sugieren que nuestro sistema no puede tolerar demasiados grandes planes. Sus memorias son cortas. Porque han olvidado lo que este país ya ha hecho; lo que hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une al interés común y la necesidad a la valentía.
Lo que no entienden los cínicos es que el terreno que pisan ha cambiado y que los argumentos políticos estériles que nos han consumido durante demasiado tiempo ya no sirven.
La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es demasiado grande o pequeño, sino si funciona -ya sea para ayudar a las familias a encontrar trabajos con un sueldo decente, cuidados que pueden pagar y una jubilación digna. Allí donde la respuesta es sí, seguiremos avanzando y allí donde la respuesta es no, pondremos fin a los programas. Y a los que manejamos el dinero público se nos pedirán cuentas para gastar con sabiduría, cambiar los malos hábitos y hacer nuestro trabajo a la luz del día, porque sólo entonces podremos restablecer la confianza vital entre un pueblo y su gobierno.
La cuestión para nosotros tampoco es si el mercado es una fuerza del bien o del mal. Su poder para generar riqueza y expandir la libertad no tiene rival, pero esta crisis nos ha recordado a todos que sin vigilancia, el mercado puede descontrolarse y que una nación no puede prosperar durante mucho tiempo si favorece sólo a los ricos. El éxito de nuestra economía siempre ha dependido no sólo del tamaño de nuestro Producto Nacional Bruto, sino del alcance de nuestra prosperidad, de nuestra habilidad de ofrecer oportunidades a todos los que lo deseen, no por caridad sino porque es la vía más segura hacia el bien común.
En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falsa la elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros padres fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, redactaron una carta para garantizar el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha expandido con la sangre de generaciones. Esos ideales aún alumbran el mundo y no renunciaremos a ellos por conveniencia. Y a los otros pueblos y gobiernos que nos observan hoy, desde las grandes capitales al pequeño pueblo donde nació mi padre: sabed que América es la amiga de cada nación y cada hombre, mujer y niño que persigue un futuro de paz y dignidad y de que estamos listos a asumir el liderazgo una vez más.
Recordad que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y al comunismo no sólo con misiles y tanques, sino con sólidas alianzas y firmes convicciones. Comprendieron que nuestro poder solo no puede protegernos ni nos da derecho a hacer lo que nos place. Sabían por contra que nuestro poder crece a través de su uso prudente, de que la seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y las cualidades de la templanza, la humildad y la contención.
Somos los guardianes de este patrimonio. Guiados de nuevo por estos principios, podemos hacer frente a esas nuevas amenazas que exigen aún mayor esfuerzo - incluso mayor cooperación y entendimiento entre las naciones. Comenzaremos a dejar Irak, de manera responsable, a su pueblo, y forjar una paz ganada con dificultad en Afganistán.
Con viejos amigos y antiguos contrincantes, trabajaremos sin descanso para reducir la amenaza nuclear y hacer retroceder el fantasma de un planeta que se calienta. No vamos a pedir perdón por nuestro estilo de vida, ni vamos a vacilar en su defensa, y para aquellos que pretenden lograr su fines mediante el fomento del terror y de las matanzas de inocentes, les decimos desde ahora que nuestro espíritu es más fuerte y no se lo puede romper; no podéis perdurar más que nosotros, y os venceremos.
Porque sabemos que nuestra herencia multiétnica es una fortaleza, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos y e hindúes - y de no creyentes. Estamos formados por todas las lenguas y culturas, procedentes de cada rincón de esta Tierra; debido a que hemos probado el mal trago de la guerra civil y la segregación, y resurgido más fuertes y más unidos de ese negro capítulo, no podemos evitar creer que los viejos odios se desvanecerán algún día, que las lineas divisorias entre tribus pronto se disolverán; que mientras el mundo se empequeñece, nuestra humanidad común se revelará; y América tiene que desempeñar su papel en el alumbramiento de una nueva era de paz.
Al mundo musulmán, buscamos un nuevo camino adelante, basado en el interés mutuo y el respeto mutuo. A aquellos líderes en distintas partes del mundo que pretenden sembrar el conflicto, o culpar a Occidente de los males de sus sociedades - sepáis que vuestros pueblos os juzgarán por lo que que podesis construir, no por lo que destruyais.
A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y la represión de la disidencia, teneis que saber que estáis en el lado equivocado de la Historia; pero os tenderemos la mano si estáis dispuestos a abrir el puño.
A los pueblos de las naciones más pobres, nos comprometemos a colaborar con vosotros para que vuestras granjas florezcan y dejar que fluyan aguas limpias; dar de comer a los cuerpos desnutridos y alimentar las mentes hambrientas. Y a aquellas naciones que, como la nuestra, gozan de relativa abundancia, les decimos que no nos podemos permitir más la indiferencia ante el sufrimiento fuera de nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos del mundo sin tomar en cuenta las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado, y nosotros tenemos que cambiar con él.
Al contemplar la ruta que se despliega ante nosotros, recordamos con humilde agradecimiento aquellos estadounidenses valientes quienes, en este mismo momento, patrullan desiertos lejanos y montañas distantes. Tienen algo que decirnos, al igual que los héroes caídos que yacen en (el cementerio nacional de) Arlington susurran desde los tiempos lejanos. Les rendimos homenaje no sólo porque son los guardianes de nuestra libertad, sino también porque encarnan el espíritu de servicio; la voluntad de encontrar sentido en algo más grande que ellos mismos. Sin embargo, en este momento -un momento que definirá una generación- es precisamente este espíritu el que tiene que instalarse en todos nosotros.
Por mucho que el gobierno pueda y deba hacer, en última instancia esta nación depende de la fe y la decisión del pueblo estadounidense. Es la bondad de acoger a un extraño cuando se rompen los diques, la abnegación de los trabajadores que prefieren recortar sus horarios antes que ver a un amigo perder su puesto de trabajo, lo que nos hace superar nuestros momentos más oscuros. Es la valentía del bombero al subir una escalera llena de humo, pero también la voluntad del progenitor de cuidar a un niño, lo que al final decide nuestra suerte.
Nuestros desafíos podrían ser nuevos. Las herramientas con que los hacemos frente podrían ser nuevas. Pero esos valores sobre los que depende nuestro éxito - el trabajo duro y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo - esas cosas son viejas. Esas cosas son verdaderas. Han sido la fuerza silenciosa detrás de nuestro progreso durante toda nuestra historia. Lo que se exige, por tanto, es el regreso a esas verdades. Lo que se nos pide ahora es una nueva era de responsabilidad - un reconocimiento, por parte de cada estadounidense, de que tenemos deberes para con nosotros, nuestra nación, y el mundo, deberes que no admitimos a regañadientes, sino que acogemos con alegría, firmes en el conocimiento de que no hay nada tan gratificante para el espíritu, tan representativo de nuestro carácter que entregarlo todo en una tarea difícil.
Este es el precio y la promesa de la ciudadanía.
Esta es la fuente de nuestra confianza - el saber que Dios nos llama a dar forma a un destino incierto.
Este es el significado de nuestra libertad y de nuestro credo - por lo que hombres y mujeres y niños de todas las razas y de todas las fes pueden unirse en una celebración a lo largo y ancho de esta magnífica explanada, por lo que un hombre cuyo padre, hace menos de 60 años, no habría sido servido en un restaurante ahora está ante vosotros para prestar el juramento más sagrado.
Así que, señalemos este día haciendo memoria de quiénes somos y de lo largo que ha sido el camino recorrido. En el año del nacimiento de América, en uno de los más fríos meses, una reducida banda de patriotas se juntaba ante las menguantes fogatas en las orillas de un río helado. La capital se había abandonado. El enemigo avanzaba. La nieve estaba manchada de sangre. En un momento en que el desenlace de nuestra revolución estaba más en duda, el padre de nuestra nación mandó que se leyeran al pueblo estas palabras:
"Que se cuente al mundo del futuro que en las profundidades del invierno, cuando nada salvo la esperanza y la virtud podían sobrevivir ... la urbe y el país, alarmados ante un peligro común, salieron a su paso."
América. Ante nuestros peligros comunes, en este invierno de nuestras privaciones, recordemos esas palabras eternas. Con esperanza y virtud, sorteemos nuevamente las corrientes heladas, y aguantemos las tormentas que nos caigan encima. Que los hijos de nuestros hijos digan que cuando fuimos puestos a prueba nos negamos que permitir que este viaje terminase, no dimos la vuelta para retroceder, y con la vista puesta en el horizonte y la gracia de Dios encima de nosotros, llevamos aquel gran regalo de la libertad y lo entregamos a salvo a las generaciones venideras.
Gracias, que Dios os bendiga, que Diós bendiga a América.
(Traducción de la agencia de noticias EFE)
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